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Un circuito por las provincias argentinas de Salta y Jujuy: montañas de colores, folclore y herencia andina

Situadas en el extremo nororiental del país, en un viaje de una semana se pueden conocer estas zonas que son un gran reclamo turístico por su combinación de desierto, formaciones caprichosas, bosques de cactus o salinas gigantes

Varios visitantes en la formación rocosa conocida como El Anfiteatro, parte de la Quebrada de las Conchas, en Cafayate (Argentina).

El gran reclamo turístico de las provincias argentinas de Salta y Jujuy es su paisaje irreal, una combinación de desierto con formaciones caprichosas, bosques de cactus, salinas gigantes y montañas de hasta 14 colores. Estas zonas, situadas en el extremo nororiental del país, en la frontera con Bolivia y Chile, poseen, además, un rico folclore musical y un marcado carácter andino.

En una semana, siguiendo un marcado circuito cerrado por cada provincia, se pueden explorar los principales atractivos de Salta y Jujuy.

Inicio de viaje en Salta

Para conocer la provincia de Salta se puede seguir un circuito triangular de cuatro días de duración donde los vértices son las ciudades de Salta, Cafayate y Cachi. Un buen punto de partida es la primera localidad, fundada en 1582 y con un centro histórico agradable que conserva su estructura original de damero. En esa zona está el fabuloso Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM), que conserva las momias de El niño, La niña del rayo y La doncella, tres menores sacrificados durante el incanato en el volcán Llullaillaco. El museo solo exhibe una de las momias cada vez. Sin embargo, se puede ver completo el ajuar que acompañaba a los menores. A apenas unas manzanas está la calle Balcarce, donde se concentran las peñas folclóricas y hasta entrada la noche hay comida, bebida y música en vivo.

De la ciudad de Salta también parte el tour del Tren de las Nubes, cuyo punto álgido es el cruce del viaducto curvo de vigas de acero de La Polvorilla, a 4.220 metros de altitud. El recorrido se hace en autobús hasta San Antonio de los Cobres, siendo allí donde se sube al tren para hacer el último y mítico tramo, de una hora de duración. Las vías atraviesan el paisaje desértico de la puna hasta llegar al viaducto. En ese momento, el tren ralentiza su marcha y por megafonía se oye música épica. Al acabar la maniobra, los pasajeros descienden en una parada en la que se iza la bandera argentina mientras se canta el himno nacional.

El cruce del viaducto curvo de vigas de acero de La Polvorilla, a 4.220 metros de altitud, en Salta.

También se puede comprar artesanía andina o tortillas hechas en parrillas. Estas tortillas, que se pueden encontrar en todos los sitios turísticos de Salta y Jujuy, tienen infinidad de rellenos. Se presentan dobladas y cerradas como si fueran una enorme empanada, como un mestizaje de dos tradiciones.

El recorrido hasta Cafayate

Para el siguiente tramo del viaje se sale de Salta y se toma la Ruta 68 en dirección hacia Cafayate. La carretera es un continuo descender hasta llegar a la Quebrada de las Conchas, que alberga caprichosas formaciones rocosas en infinidad de tonalidades de rojo. Las más conocidas son El Sapo, El Fraile, El Clavo, La Garganta del Diablo o El Anfiteatro, de gran acústica. Algunas cambian su forma según el punto desde donde se las mira, como es el caso de El Titanic. Desde un lado recuerda al buque hundiéndose en la película de James Cameron, mientras que desde otro evoca a castillos medievales.

En esta quebrada se pueden hacer rutas de senderismo, como la de Los Estratos, cuyo inicio está marcado por una señal en la carretera y que conduce, después de aproximadamente una hora de caminata, a una gran formación de sedimentos de distintos colores. En las pequeñas casas que se ven a pie de carretera se puede comprar queso de cabra artesanal y salami de llama. El final de este tramo de viaje es Cafayate, la capital del Torrontés, el vino blanco por excelencia de Argentina. Es fácil visitar bodegas cercanas al casco urbano, como Vasija Secreta, Piattelli o Las Nubes.

Cafayate - Cachi

El siguiente trecho es el que une Calafate con Cachi. La única forma de recorrer los 150 kilómetros que separan esas dos localidades es en coche, ya que no hay servicio de autobús. Es la mítica Ruta 40 que, en ese tramo, está prácticamente sin asfaltar. Sin embargo, es fácilmente transitable —eso sí, en la temporada de lluvias debe preguntarse por el estado de la carretera—.

La Quebrada de las Flechas, en la ruta entre Cafayate y Cachi.

Es un recorrido que atraviesa un desierto que varía entre el gris y el ocre, siendo su punto más espectacular la Quebrada de las Flechas. El encantador pueblo de Cachi conserva el diseño urbanístico de la época colonial. Es un lugar ideal para pasar la noche, ya que cuenta con una notable infraestructura turística.

De vuelta hacia Salta

El tramo final del circuito une Cachi con la ciudad de Salta. Es de, aproximadamente, 160 kilómetros, está casi todo asfaltado, el paisaje es espectacular y sigue las rutas 40, 33 y 68. Un mirador impresionante es el de La Cuesta del Obispo, donde se pueden ver, desde su punto más alto, 20 kilómetros de la carretera descendiendo en zigzag entre precipicios. Otro tramo de gran belleza es el del parque nacional Los Cardones, que recibe su nombre de un tipo de cactus que solo se da en altura y es propio de Argentina, Chile y Bolivia. Pueden llegar a medir 10 metros y sobrepasar los 100 años de edad.

El parque nacional de Los Cardones, visto desde la Ruta 33, en Salta.

Por Jujuy

El corazón de Jujuy es la Quebrada de Humahuaca, declarada en 2003 patrimonio cultural y natural por la Unesco debido a su pasado milenario —hay huellas importantes de su utilización como vía comercial importante desde 10.000 años atrás— y lo extraordinario de su paisaje. Para conocerla se puede tomar como base varias poblaciones, como San Salvador de Jujuy, Purmamarca o Humahuaca, pero la linda localidad de Tilcara es la que ofrece más ventajas. Destaca por su ubicación central dentro de la quebrada, su variedad de infraestructura turística y atractivos adicionales como mercados indígenas y peñas folclóricas. Esto último lo convierte en uno de los pocos lugares en la zona con una vida nocturna animada.

Dentro de la quebrada, una de las atracciones principales es la montaña de los 14 colores de Hornocal. Se llega por una carretera de grava que sale de Humahuaca y asciende en zigzag hasta los 4.350 metros de altura. Para acceder se paga una pequeña contribución a la comunidad indígena a la que pertenecen las tierras, una de las 164 reconocidas en esta provincia como pueblo originario. Los 14 colores de la montaña se deben a la diferente composición de cada sedimento estratificado. Es una paleta gigante de ocres, blancos, verdes y amarillos en distintas tonalidades.

Serranías del Hornocal, en Jujuy, Argentina.

Otros lugares para disfrutar de esta exuberancia de pigmentos en el paisaje son el cerro Pollera de la Coya; Paleta del Pintor, en Maimará; y la Quebrada de las Señoritas, en Uquía, donde hay una ruta de senderismo. Y, por supuesto, el cerro de los Siete Colores en Purmamarca. Ahí el mirador está increíblemente cerca de la montaña, en los aledaños de un atractivo pueblo de casas de adobe articulado en torno a la plaza Mayor, donde decenas de artesanos venden mercaderías andinas.

Purmamarca es, además, el punto de partida para Salinas Grandes. El tramo recorre la Ruta 52 e incluye el zigzag de la Cuesta de Lipán, donde en menos de 25 kilómetros se suben 2.000 metros hasta alcanzar los 4.170 metros de altitud. Se aconseja subir lentamente para dar tiempo al cuerpo a aclimatarse a la disminución de oxígeno. Las Salinas —el cuarto salar más grande de Sudamérica— se pueden visitar previo pago de una pequeña cantidad a la comunidad local. Varios fotógrafos están situados estratégicamente para sacar gratuitamente fotos de los visitantes jugando con la perspectiva. Un bonito recuerdo.

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